Dec 27, 2022
by Diego Nazoa

Siete Años en Madrid - Incluso Matar

Hace siete años vine a España y desde entonces sentí que mi vida ha estado en pausa.

Cinco de esos siete años en esa segunda adolescencia que es tener dieciocho o veintipoco años. Estudiando literatura en la universidad (por qué? para hacer qué dios mio? y por qué no lo disfruto si tanto adoro leer?). Paralizado de la ansiedad cuando por fin podía empezar a trabajar. Malísimo haciendo amigos (qué cantidad de oportunidades perdidas! y qué tontería! y yo muriéndome por que me conozcan y por conocerlos). Y sin dinero, que es decir sin independencia que es decir mocho, limitado, dependiendo de otros. En un momento que más bien necesitaban de mi.

Simplemente aislado en mi pequeña islita: escuchar música, leer, ver pelis, aprender japonés. Medio estudiar. Alguna novia. Dos o tres amigos. Y mi querida madre haciendo lo imposible para que estemos bien.

Era infeliz, creo que eso se entiende. Y más que eso, sentía que me estaba ahogando, porque no veía cómo eso iba a cambiar.

Y es muy fácil evadirse, encontrar refugio en las cosas que te hacen sentir bien. Norm Macdonald (comediante y profesor de Lógica) decía:

indulgence is the key to unhappiness

Y es la pura verdad. Parecerá una estupidez, pero fue cuando leí eso que de verdad logré entender algo tan simple: no es lo mismo sentirse bien que ser feliz.

Cuando yo veo Shorts en YouTube en mi teléfono por 2 horas, me siento bien, estoy ahí estimulado. Pero no se compara a la primera vez que veo una peli de Kitano o Wong Kar Wai, o terminar una novela larga. No se compara a terminar de escribir algo de lo que estás orgulloso, terminar una carrera, un curso, un momento especial con tus amigos.

Hacerse una paja es sentirse bien. Quién está feliz por hacerse una paja? Nadie.

Cuando hago las cosas que me gustan me siento bien. Pero siempre necesito algo más grande para ser feliz. Si es responsabilidades, sufrir un poco para conseguir algo, el sentirse orgulloso, no lo sé. Si es una cosa de corto vs largo plazo, no lo sé. Todavía no sé que es. Pero sé que es algo distinto.

Yo no necesitaba sentirme mejor. Necesitaba un propósito. Y algo tangible de que mi vida iba a cambiar.

Yo no cambié y salí de ese ciclo hasta que de verdad sentí que no podía más. Y escribir esto no valdría la pena si no fuera porque sí, todo cambió. Porque tomé la decisión de no seguir así.

Dejé la carrera. Y me metí en un curso de programación de dos meses.

Me obsesioné aprendiendo a programar. No se me dio bien. Pero seguí.

Completé el curso.

Me mudo a un pueblo de Toledo en el culo del mundo por razones familiares.

Busqué trabajo de programador. Pasan 6 meses. Nadie me paró media bola. Pero seguí.

Un amigo con el que estudié en ese curso apuesta por mí (te quiero Gonzalo!). Y me contratan para trabajar de profesor asistente en el curso.

Mis tíos me dejan quedarme en su sofa durante el tiempo que estaba trabajando en Madrid (los quiero tíos!). Todos los días me preparo los ejercicios, tomo notas, y por primera vez en mucho tiempo digo: se me da bien. Se me da bien programar. Se me da bien enseñar, explicar estas cosas. Y lo disfruto, lo disfruto muchísimo.

Termino haciéndome amigo de los estudiantes y profes con los que estuve. Cuando termina el curso agarran y escriben una cartica de esas de despedida, como cuando uno estaba en el colegio. Y en ese momento me sentí muy querido. Lloro evidentemente.

Pero se pone mejor.

Domestika se acerca al curso y dice que están buscando programadores juniors. Me presento. Hago las entrevistas. Se me da bien, y yo que soy un desastre de timidez y nervios estoy hasta simpático. Hago la prueba técnica y es algo con lo que estaba familiarizado, estoy ahí ágil, hablando mucho, en mi mundo, nervioso pero sale bien.

Un día me levanto y veo el correo de que quieren hablar conmigo pronto. Me pillaron para el trabajo.

Y lloro. Lloro muchísimo.
Siento que desaparece un peso enorme que llevaba encima.
Porque con este primer trabajo, conseguir otro en el futuro de programador será más fácil
Porque ya en mi vida vale, quizá no sepa qué pasará, pero sé que todo estará bien
Porque ahora voy a poder ayudar a mi mamá
A mi papá
A que mi hermana esté un poquito menos preocupada
que si le pasa algo a alguien que quiero, no estaré ahi completamente incapaz
Porque voy a poder ayudarme a mi
ir al psicólogo
ir a japón
comprar unos buenos audífonos
unos zapatos para correr
a volver a una civilización con más de 20 habitantes
y ver a mis amigos
y reir
y enamorarme
beber cervezas en el 100 montaditos
seguir aprendiendo
tumbar la página de domestika al menos unas 10 veces
ver a gente en la oficina
vivir en madrid,
barcelona,
valencia,
el norte,
el sur
como un magnífico nómada ibérico
o algo así

De repente todo esto es una realidad.

Y me siento agradecido con la gente que ha apostado por mí. A veces por cariño, a veces porque pensaban que lo haría bien, a veces casi sin querer, por conveniencia. Está bien. Pero apostando por mí. Eso a mi me salvó la vida. Mi familia, mis amigos, Le Wagon, Domestika. Gracias, gracias, gracias.

Me siento orgulloso, porque tomé la decisión de sacarle un poquito más de provecho a la vida. Porque he visto en mí y en otros cómo es desaprovecharla y eso me da un miedo y rechazo inmenso. Imagina esto:

Te mueres y en el cielo te encuentras con Dios. Él te muestra una lista de todos tus logros. Y dice "Diego. Programador, boxeador, guitarrista, pianista, aprendió japonés y chino, millonario, guapo, marido y padre de dos hijos. Y esta es la gente que te quiere y recuerda" Y tú miras a Dios y le dices "...esa no es mi vida". Y Dios simplemente encoge los hombros. Es quien pudiste ser.

(plagiado de david goggins, un Short que vi en YouTube por supuesto.)

No hace falta ni creer en dios, qué miedo.

Por eso a trabajar para llegar a eso un día a la vez.

En febrero viviré en Madrid (escríbanme!). Todo va bien, y estoy feliz. Se siente bien poder decirlo.

Como solía decir el abuelo

Mientras uno más hace algo, más se siente cómodo. Sientes menos miedo y es más fácil de hacer. Esto es cierto para todo. Incluso matar.

Y también vivir, abuelito. También vivir.

Diego Nazoa

Diego Nazoa

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